Mi rincón donde plasmar lo que me mueve y me conmueve, desde el exterior y desde mi interior. Un legado inmaterial que dejar a mis hijos.
domingo, 20 de abril de 2014
miércoles, 16 de abril de 2014
Vivir la enfermedad como mediación para llegar al Padre.
Esta es mi primera entrada en serio en mi recién estrenado blog. Y reconozco que me da pudor publicarla, porque habla de mi debilidad y a mi no me gusta sentirme débil. Pero también habla de un aprendizaje importante en mi vida. Y no quiero que se me olvide.
He pasado desde diciembre de 2013 a abril de 2014 afónica. Casi 5 meses. Y eso para alguien apasionado de la comunicación como yo, es muuuuuyyyyyy difícil.
Un marido, 3 hijos, el trabajo, 2 grupos de catequesis, mi comunidad, el AMPA del cole, 2 congresos a los que asistir... y mucha medicación y mucho silencio impuesto.
Esto ha supuesto para mi muchas renuncias: dejar las catequesis, el AMPA del cole, dejar de ir a comunidad (porque he descubrí que estar con gente y tener que controlarme para no hablar me generaba mucha tensión en las cuerdas vocales), dejar de leerles cuentos y cantar a los niños, las charlas con mi marido, las charlas en el patio del cole, dejar de asistir a formaciones y congresos en los que iba a participar activamente, dejar de quedar con amigos, de ver a mi ahijadita, etc, etc.
Siempre he tenido una mala relación con mis enfermedades, porque me hacen sentirme débil y limitada. Y eso me desespera.
Así que he pasado por distintas fases: al principio, obviarla. Después, minimizarla (algo muy frecuente en mi, porque me creo un poco superman y que puedo seguir con todo yo sola). Después me preocupé. Después me enfadé. Después me desesperé. Después intenté llevarlo con paciencia...
Después de 3 meses, lo puse en oración y empecé a preguntarme "para qué". Para qué tanto silencio y para qué tantas renuncias y para qué tanto dejarme sola con lo imprescindible y lo más cercano a mi (porque hasta se me rompió el móvil, herramienta que yo -en plan Rita Hayworth- decía que "me sacaba del abismo de silencio").
A finales de marzo asistí a un café teológico cuyo tema era "el sufrimiento". Ahí descubrí que podía ser una mediación para acercarme al Padre, para entrar en contacto conmigo misma y tomar decisiones. Así que empecé a orarlo más.
Y me vino a la mente una escena de la película "Los 10 mandamientos" (la antigua, la de Charlton Heston). Cuando Moisés es expulsado de Egipto y se ve como va errante por el desierto, sin agua, con sed y desesperación. Hasta que se rinde y el narrador dice: "Y cuando llegó al límite de sus humanas fuerzas, se abandonó en el Señor. Y entonces llegó la salvación"
A mi me ha pasado.
Tardé 3 meses y 20 días en permitirme a mi misma llorar todo lo que debía llorar sobre ello y dejarme en manos del Padre. Y decirle: "No puedo más. Yo sola no puedo más". Y rezarle cantando en mi corazón: "En mi debilidad me haces fuerte. En mi debilidad, te haces fuerte en mi. "
Y entonces llegó la calma.
Estoy descubriendo mucho sobre mi misma; fortalezas y debilidades. Que soy más terca y más orgullosa de lo que yo pensaba. Que me cuesta dejarme cuidar pero que, a la vez, me gustaría que me cuidaran de la manera que yo quiero y no acepto la forma de cuidarme que tiene el otro.
También he aprendido a ser más feliz con lo que tengo en casa, sin depender tanto de lo externo. Pero yo soy activa y relacional, así que aún hay conflicto interno. No creo que tenga que renunciar a ser como soy, pero si ser más consciente y agradecida por lo que es nuclear en mi vida.
Tiempo de crecer y recolocar.
Ahora lo estoy viviendo con más paz. Aunque tengo mis ratos...
Ahora lo estoy viviendo con más paz. Aunque tengo mis ratos...
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